Alice Keppel (1868 – 1947)

A Flora, mi personaje, la apartan de su vida tranquila en el Distrito de los Lagos y la mandan a vivir con Alice Keppel, una figura notoria de la escena social londinense. Como Flora no tarda en descubrir, la señora Keppel era una de las amantes del rey Eduardo VII, razón por la que él la visitaba a menudo en Portman Square. A pesar de lo controvertido de su situación, Alice Keppel era una mujer inteligente y sociable cuya energía resultaba contagiosa. En aquella época recibía en su casa a los aristócratas y políticos más importantes de Europa, y de todas las amantes del rey, conocido como Bertie, ella era la más conocida.

Alice nació en 1868 y se crio en el castillo de Duntreath, en Escocia. Se presentó en sociedad en 1886 y se convirtió en una de las anfitrionas mejor consideradas de su círculo. De ojos azules, cintura de avispa, pelo castaño y busto generoso, se decía que era la mujer más guapa del momento.

Tras muchas proposiciones de otros pretendientes, en 1888 Alice se casó con George Keppel, un soldado que sirvió en la infantería escocesa y en el regimiento de artillería de Norfolk.

En 1897, Alice conoció a Bertie, por aquel entonces príncipe de Gales y casado con la princesa Alejandra de Dinamarca desde 1863. Alice no tardó en convertirse en una de las muchas amantes de Bertie, quien la apodó «la Favorita».

Aunque los rumores de la aventura entre Alice y Bertie circulaban ampliamente por la sociedad londinense, no fue hasta febrero de 1898 cuando él empezó a visitar sin tapujos a Alice en el hogar de los Keppel en Portman Square. La reina Victoria murió a principios de 1901, y el 24 de enero Bertie ascendió al trono como Eduardo VII.

A lo largo de los nueve años siguientes, Alice y George se convirtieron en una parte intrínseca de la corte del rey y asistían a la mayor parte de las reuniones sociales del monarca. El principal consejero financiero del monarca, sir Ernest Cassel, ayudó a Alice con sus inversiones, lo que la convirtió en una mujer muy rica. Alice y sus hijas acompañaban a Eduardo VII en sus visitas anuales a Biarritz, en Francia, donde la trataban como a una reina.

Se dice que Bertie tuvo un hijo ilegítimo con su amante lady Susan Vane Tempest, quien dio a luz en Ramsgate en 1871. Sin embargo, no se sabe nada del destino del bebé, y cuando lady Susan murió, en 1875, se llevó el secreto a la tumba.

En sus últimos años, la salud del monarca comenzó a fallar. Padecía sobrepeso y continuó fumando sus puros favoritos a pesar de que le diagnosticaron bronquitis. El 6 de mayo de 1910, sufrió dos ataques al corazón y entró en coma. Alice suplicó a la reina Alejandra que le permitiera verlo y le mostró una carta que Bertie le había escrito en 1902 como prueba de que la quería a su lado. Los testimonios de lo que sucedió difieren, pero parece que los guardias del palacio tuvieron que sacar a rastras de los aposentos del rey a una Alice histérica. El monarca murió aquella noche a las 23.45 horas.

Por lo visto, por petición del rey, sir Ernest Cassel dejó gran cantidad de dinero junto a la cama del monarca, quien pretendía entregárselo a Alice pero murió antes de poder hacerlo. El caballerizo mayor del rey se lo devolvió posteriormente a sir Ernest Cassel.

Expulsada de la corte de los nuevos soberanos, Jorge V y María de Teck, Alice y su familia se apartaron de la sociedad londinense y pasaron dos años viajando por Italia, Argel, Ceilán, Extremo Oriente y China. En 1912 regresaron a Londres, y durante la Primera Guerra Mundial Alice volvió a ser la anfitriona de cenas y fines de semana para diplomáticos, políticos y corresponsales de guerra.

El 1927, Alice se mudó a Florencia, donde, con excepción de su regreso a Inglaterra durante la Segunda Guerra Mundial, vivieron hasta el final de sus días. Cuando el rey Eduardo VIII anunció que abdicaba con intención de contraer matrimonio con la estadounidense divorciada Wallis Simpson, Alice comentó: «En mis tiempos las cosas se hacían mucho mejor». Murió el 11 de septiembre de 1947 y fue enterrada en el Cemeteria deli Allori, en Florencia, cerca de su casa.

La vida de Alice, epítome de la sociedad eduardiana y de sus excesos antes del inicio de la Primera Guerra Mundial, ha quedado inmortalizada en el personaje de Romola Cheyne de la novela más conocida de Vita Sackville-West, Los eduardianos, una parodia de la aristocracia:

‘La señora Cheyne era una mujer de personalidad fuerte y ánimo vigoroso… pese a toda su dureza de corazón, pese a todo su materialismo, no era un ser mezquino.’

La historia de Alice y Eduardo, el antiguo príncipe de Gales, está ligada con la del actual príncipe de Gales, el príncipe Carlos, y su segunda esposa, Camila, la duquesa de Cornwall. Alice Keppel fue la bisabuela de Camila, mientras que Eduardo VII fue el tatarabuelo de Carlos. Por un extraño giro del destino, las dos mujeres, emparentadas pero nacidas con décadas de diferencia, se convirtieron en amantes de un príncipe de Gales.

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