Nueva Zelanda e Isla Norfolk

Nueva Zelanda es conocida por sus impresionantes paisajes y espacios abiertos.

Como a Cece, al viajar por la región central de Otago, en la Isla Sur, me impactó el fuerte contraste entre el terreno escarpado y los huertos y viñedos plantados con esmero que han hecho que Otago Central reciba el apelativo de «el frutero del sur». La amplitud del espacio, sin obstáculo alguno, resulta imponente.

Pese a que en La hermana perdida apenas rozo la rica historia de Nueva Zelanda, me documenté acerca de la cultura maorí, de las distintas oleadas de inmigración durante los últimos siglos y de la fiebre del oro de Otago Central en la década de 1860. Toda la gente a la que conocí en Nueva Zelanda me acogió con amabilidad y franqueza, lo cual espero haber reflejado en los personajes ficticios de la familia McDougal.

Gibbston, también conocido como «el valle de las viñas», constituye una de las zonas vinícolas más pintorescas. Los viñedos se hallan encajados, a veces de forma precaria, entre escarpadas montañas de esquisto y el rocoso cañón del río Kawarau.

La zona, de gran altitud, se ve expuesta a vientos fríos, veranos secos y calurosos, y a una amplia oscilación de temperaturas entre el día y la noche. Estas difíciles condiciones producen unos vinos excepcionales que han alcanzado el reconocimiento internacional. Más del 70 % de la uva que crece allí es pinot noir, pinot gris, riesling y sauvignon blanc.

Caminando entre las vides desnudas del viñedo que inspiró el de la familia McDougal en La hermana perdida.

Isla Norfolk

Esta isla de 34,6 kilómetros cuadrados situada en el océano Pacífico, un territorio externo de Australia, tan solo cuenta con algo menos de dos mil habitantes. La isla se utilizó como colonia penal desde 1788 hasta 1855, antes de que los descendientes de los amotinados del Bounty fueran trasladados desde las vecinas islas Pitcairn y constituyeran una población civil permanente.

Aunque Isla Norfolk se ve influida por sus vecinas, mucho más grandes, posee un espíritu propio único. Los lugareños no se cansaban de ayudarme con la investigación y, como CeCe y Chrissie, pude imaginarme viviendo allí, aunque se halle muy apartada.

Emily Bay

Los pinos de Norfolk, que según CeCe también se plantaron en Atlantis.

Como descubrí en Australia cuando me documentaba para La hermana perla, Nueva Zelanda también tiene sus propios mitos en torno a las Siete Hermanas. Llamadas «estrellas Matariki» en la leyenda maorí, la reaparición del cúmulo estelar marca el comienzo del Año Nuevo maorí. El nombre «mata ariki» significa «ojos de dios».

En el cúmulo estelar, Matariki es la madre de seis hijas, cada una de las cuales tiene distintas enseñanzas para la gente que puebla la Tierra. Sus hijas son:

Tupu-ā-nuku, la mayor, que se ocupa de toda la vida vegetal. Su enseñanza se basa en la paciencia con el crecimiento y en cuidar de amigos y familiares.

Tupu-ā-rangi, quien adora cantar y devuelve a la vida bosques y animales por igual. Enseña la importancia de la generosidad.

Waipunarangi, quien cuida del agua de Nueva Zelanda y se la suministra a la gente para que pueda beber y mantener sus cultivos. Su enseñanza consiste en que la amabilidad que dedicamos a otros se verá recompensada.

Waitì and Waitā, las gemelas, que cuidan de las criaturas más rápidas y más pequeñas, los insectos, a menudo pasados por alto pero tan importantes para el equilibrio de la naturaleza. Enseñan el cuidado y el apoyo de la gente que te rodea.

Ururangi es la hermana más apasionada, y rápida como un rayo. Enseña a encontrar alegría en la vida.

Historias reales que aparecen en el libro