LOS MASÁIS Y LOS ÁRBOLES DE LA FIEBRE

Investigar sobre los masáis fue tan difícil como investigar sobre los aborígenes australianos para La hermana perla; su cultura es fundamentalmente oral, y la mayoría de lo que se ha escrito sobre ellos es obra de colonos blancos.

Para ello, además de la investigación de campo que hice en Kenia, visité la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de Londres, donde encontré textos sobre su cultura y sus tradiciones escritos por una nueva generación de masáis instruidos.

En la actualidad, los masáis viven en el Gran Valle del Rift de Kenia y sus inmediaciones; como nómadas, se han movido durante generaciones por Kenia y Tanzania. Los guerreros masáis, llamados moran, destacan por su fuerza y su astucia en la batalla.

El ganado siempre ha sido el centro de su cultura: es su principal fuente de sustento, dinero y poder. Los niños aprenden a ocuparse de las vacas y a cantarles. Los masáis creen que todo el ganado del mundo les pertenece por derecho, así que no es de extrañar que de vez en cuando robaran reses a los colonos blancos.

El Gran Valle del Rift (Kenia).

Uno de esos colonos blancos fue Gilbert Colville, que inspiró el personaje de Bill en La hermana sol. Colville aprendió de los masáis la mejor forma de cuidar las reses y se convirtió en el ganadero más próspero de Kenia, con más de 80.000 hectáreas de terreno y 29.000 cabezas de ganado en los años cincuenta.

Contrataba a pastores masáis para cuidar de sus vacas, hablaba su lengua y los trataba con respeto. También les enseñó a vacunar a su propio ganado contra el carbunco y la peste bovina.

Un padre masái y su hijo con sus vacas boranas.

John Hurt en el papel de Gilbert Colville en Pasiones en Kenia (1987).

Al principio, los colonos blancos creían que los árboles de la fiebre (un tipo de acacia) eran los causantes de la malaria, porque siempre que contraían la enfermedad habían estado cerca de ellos.

Árboles de la fiebre.

Finalmente, supieron por los masáis que los responsables de la enfermedad no eran esos árboles, que solían crecer sobre todo cerca de zonas húmedas y pantanosas, sino los mosquitos que se concentraban alrededor de los pantanos. De hecho, los masáis usaban corteza molida de ese árbol para tratar la fiebre y las infecciones oculares, y las raíces para tratar la malaria.

También usaban sus espinosas ramas para hacer cercados y evitar que los hipopótamos y otros animales salvajes entraran en sus asentamientos, así como sus hojas y las vainas de las semillas para alimentar al ganado.

Con la llegada de los británicos en 1880, llegaron también las enfermedades y la catástrofe para los masáis: la pleuresía diezmó sus rebaños de vacas y su pueblo se vio afectado por el cólera y la viruela, lo que redujo su número de medio millón a solo cuarenta mil. Les arrebataron sus tierras y, durante la Segunda Guerra Mundial, usaron su ganado para abastecer al ejército británico.

Jóvenes masáis moran haciendo la famosa «danza de los saltos».

Mujer del clan masái de los Samburu con un gran collar de abalorios.

Los masáis siguieron con su estilo de vida nómada y defendieron sus tradiciones. Tenían habilidad para realizar intrincados abalorios y joyas, preciosos adornos que además revelaban cuál era su clan y su estado civil. Usaban el ocre para teñirse el pelo y la piel de rojo.

Desde que Kenia se independizó en 1963, el territorio de los masáis se ha reducido todavía más a causa de la agricultura, los programas de redistribución y las reservas de caza. Los gobiernos de Kenia y Tanzania han intentado convencer a los masáis para que abandonen sus hábitos nómadas y se asienten de forma permanente en zonas acotadas (como Masái Mara, adonde acuden muchos turistas para experimentar el «estilo de vida» masái). El mundo moderno ha hecho que el estilo de vida de los masáis sea más difícil de mantener, por ello en La hermana sol he querido, principalmente, plasmar una imagen de esta noble cultura tal y como era antes.

Historias reales que aparecen en el libro